Hablar de Israel, de su historia,
cultura y religión, suele conllevar cierta polémica. Por este motivo, me
gustaría comenzar el artículo señalando que no es la finalidad del blog dar una
opinión política propia ni expresar ninguna visión personal respecto a ningún
aspecto del país. No obstante, debemos ser conscientes de que hablar de
realidades sociales es siempre complicado sin dejarnos llevar hacia uno u otro
lado, por mucho que tratemos de mantener la máxima neutralidad posible.
En ningún momento me propuse
crear este espacio con el fin de redactar encomios sobre ideologías o
política; al contrario, el propósito ha sido, desde el comienzo, tratar de conocer
las realidades que se viven en distintos rincones del mundo narradas en primera
persona por gentes procedentes de tales lugares. A mi modo de ver, esta es la
única forma de que disponemos aquellos que no tenemos o hemos tenido la
oportunidad de vivir nuestra propia experiencia en dichos países para
comprender otras realidades lejos de ideas preconcebidas.
Espero, por tanto, que del mismo
modo que en anteriores artículos el hecho de hablar con personas de
procedencias distintas a la mía me ha llevado a reflexionar sobre sus lugares
de origen y adentrarme un poco más en su mundo dejando a un lado prejuicios de cualquier
índole, en esta ocasión nos sirva a todos para ese mismo fin.
Me gustaría añadir asimismo para
aquellos a los que no haya convencido con los párrafos precedentes que, en lo
posible, traten de tener en cuenta que una persona procedente de un lugar no es representación de sus dirigentes políticos ni comparte necesariamente la o las ideologías más o menos
extendidas entre sus conterráneos.
Lo único que sí creo necesario
afirmar, y puedo hacer con total rotundidad, respecto a mi opinión personal es
que considero que el hecho de haber estimado necesarias las observaciones
precedentes, que sin embargo no he juzgado imprescindibles con el caso de
artículos anteriores, por tratarse aquí de un país determinado es, a mi
entender, una verdadera lástima.
Pues bien, dicho y aclarado todo
lo anterior, hagamos un breve repaso que es lo que nos toca, aunque en esta
ocasión no tan solo por la historia del país, sino también por la del pueblo
judío, que va íntimamente ligado y resulta imprescindible para poder comprender
el contexto general de la región.
Si bien nunca es sencillo resumir
la historia de un país, podéis imaginaros la dificultad añadida que conlleva
intentar tener en cuenta las muy distintas opiniones que puedan existir al
respecto, y más cuando estas han sido origen de importantes conflictos aún muy vivos en la actualidad.
Pero, como decía, trataré de
contrastar fuentes de diversas tendencias con el fin de no caer en opiniones
subjetivas. O, al menos, de hacerlo lo mínimo posible.
Israel es un país de dimensiones bastante pequeñas: tiene una extensión de casi 23.000 Km2, es decir, casi lo mismo que la Comunidad Valenciana, y una población de unos ocho millones de habitantes, lo que tomando la misma comparación que antes equivaldría al doble que la comunidad autónoma citada.
El territorio en el que se sitúa el actual
estado de Israel ha estado habitado desde tiempos antiquísimos; de hecho, se
trata para muchos estudiosos del lugar de origen de algunas de las
civilizaciones más antiguas que existen. Según documentan los historiados, las
raíces de la nación judía se remontan al momento en el que los hebreos se
establecieron en una zona conocida como Canaán, que a muchos resultará mucho
más familiar bajo el nombre de Creciente fértil, hace aproximadamente cuatro
mil años.
Hay que añadir un motivo más para entender qué ha llevado a tantos pueblos a luchar por esta tierra: las tres grandes religiones que se han desarrollado desde la antigüedad, es decir, cristianismo, judaísmo e islam, consideran la Tierra de Israel como un lugar sagrado, puesto que todas ellas reconocen Jerusalén como la Ciudad Santa. En el caso que nos ocupa, la Torá es el texto sagrado en el que se describe Israel como tierra prometida por Yahvé al pueblo judío.
En el siglo XIII a.C. Canaán estaba poblado por egipcios e hititas, cuando varias tribus hebreas que se habían instalado en zonas próximas al río Jordán se aliaron para invadir estos territorios. Los conquistadores se identificaron como hijos de Israel, pues eran descendientes de los hijos de Jacop.
A tan solo unos párrafos de comenzar la historia de esta región, dejaré por primera vez que sea el lector quien interprete o juzgue si el asentamiento de los judíos en este territorio fue una conquista, expulsión o lo que cada cual estime oportuno puesto que, como he comentado al comienzo del artículo, se trata de un asunto delicado y no es mi intención manifestar opiniones personales.
A finales del siglo XI a.C. se estableció el primero de una serie de reinos israelitas en esta región, reinos que la gobernarían de forma intermitente durante los mil años posteriores. En torno al siglo II a.C. se establecieron los reinos de Israel y Judá, que formaron una monarquía unida en tanto que se opusieron militarmente a pueblos vecinos como los filisteos.
Tras esto, se sucedieron distintos pueblos en el gobierno de la región, lo que se tradujo en una disminución de la población judía como consecuencia de las expulsiones de las que fueron objeto.
La última etapa de plena independencia del pueblo hebreo hasta la actualidad tuvo lugar entre los años 132 y 135, cuando los judíos organizaron una rebelión contra el Imperio Romano que fue sofocada por este último y tras la cual los semitas fueron expulsados del país en una marcha que se conoce como Diáspora.
Los romanos dieron un nuevo nombre a lo que pasó a ser una nueva colonia del Imperio: Siria Palestina, nombre que deriva de los filisteos.
Pero el Imperio Romano acabó cayendo, y estos territorios quedaron bajo el dominio de Bizancio hasta que, en el 639, fueron conquistados por los árabes. La región vivió entonces una época de gran complejidad social y étnica, ya que los árabes se hicieron con el dominio de tierras habitadas por cristianos y, aunque en menor número, también por judíos; sin embargo, parece ser que no existieron confrontaciones importantes entre religiones ni etnias.
Varios siglos más tarde, entre los años 1096 y 1244, se emprendieron una serie de Cruzadas motivadas desde la nobleza europea debido al fervor religioso sumado, entre otros factores, a la pérdida de poder ante los turcos.
La Primera Cruzada supuso una cruenta matanza de judíos y musulmanes y finalizó con la conquista de Jerusalén, a lo que sucedieron varias décadas de dominio y asentamiento de colonos europeos en los territorios.
A partir del siglo XVI, y durante los cuatro posteriores, el Imperio Otomano gobernó la región. Es importante señalar que, a pesar de los muchos conflictos que asolaron los territorios, siempre existió una pequeña parte de la población judía, especialmente en Jerusalén.
Varios siglos después, la Organización Sionista Mundial, creada en 1897, comenzó a fomentar la inmigración judía a lo que seguía siendo territorio otomano. Los sionistas apoyaban la creación de un Estado judío, aunque no así los propios judíos ortodoxos, quienes se opusieron, y siguen hoy en día haciéndolo, ya que consideran el sionismo tan antisemita como cualquier otra ideología que niegue la condición de nacional de un determinado país a los judíos. No obstante, no hay que olvidar que muchos de los judíos que fueron llegando a estas tierras a lo largo de este periodo huían del antisemitismo existente en otros países.
Los semitas que se establecían en estas tierras compraban a las autoridades otomanas sus tierras de forma que creaban asentamientos agrícolas de los que abastecerse. Quizás sea en esta época cuando comenzó a gestarse el origen de las tensiones más fuertes entre árabes y judíos.
En 1917, el Reino Unido propuso el establecimiento de una patria en Palestina para el pueblo judío y la administración de tales territorios se adjudicó a los británicos.
Al término de la Primera Guerra Mundial, una nueva oleada de inmigración judía llegó a Palestina. Durante esta época se produjeron una seria de ataques por parte de la comunidad árabe contra judíos y cristianos, pues los árabes no concebían que los cristianos de Jerusalén vendieran tierras a los judíos.
Llegados a este punto, me gustaría reiterar que lo último que deseo es narrar los hechos de una manera subjetiva; no obstante, creo que se trata de un hecho fehaciente si afirmo que los británicos se limitaron a administrar las tierras sin prestar la más mínima atención al conflicto que emergía en la zona. Ante la situación que se había creado, los judíos respondieron a los ataques árabes en 1920.
Una década más tarde, se produjo una nueva oleada de inmigrantes judíos promovida por el avance del nazismo en Europa. En veinte años, de 1920 a 1940, la presencia judía en Palestina aumentó de un once a un treinta por ciento. La persecución de judíos en Europa sumada a la negativa por parte de muchos países del mismo continente ante la petición de abrir sus fronteras al pueblo perseguido incrementó considerablemente su número en Palestina.
A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido cambió su planteamiento respecto a la creación de un Estado judío y optó por un Estado único en la región. Al mismo tiempo, tomó medidas para limitar la entrada de judíos en Palestina, así como la compra de tierras por parte de estos. Esta prohibición se mantuvo durante toda la guerra, por lo que fueron muchos los judíos que trataron de entrar en Palestina y fueron enviados de nuevo a Europa, aunque una buena parte de ellos consiguió entrar de forma clandestina.
Tras la Segunda Guerra Mundial, una inmensa oleada judía se desplazó a lo que consideraba la Tierra Prometida y que, gracias a la cantidad de inmigrantes con altos niveles académicos en distintos ámbitos de la ciencia y la tecnología, experimentó un importante desarrolló.
División establecida por la ONU |
Al mismo tiempo que esto sucedía, el aumento de la población judía acrecentaba aún más las tensiones entre árabes y judíos. Cuando el conflicto alcanzaba ya dimensiones importantes, Reino Unido recurrió a las Naciones Unidas con el fin de encontrar una solución. Y fue así como, en noviembre de 1947, Palestina se dividió en dos estados, uno árabe y otro judío, y Jerusalén quedó bajo la administración de las ONU.
Según esta división, el 48,7% del territorio hasta entonces palestino conformaba el estado árabe, mientras el 53,6% pasaba a manos de los judíos.
Una gran parte de los judíos que residían en la región consideró adecuada la idea y aceptó la decisión; no así la Liga Árabe, que la rechazó y, dos semanas después de la resolución, anunció que intervendría militarmente en el territorio adjudicado a los judíos si no se anulaba el plan de la ONU.
A pesar de haberse retirado un año antes de la zona debido a la compleja situación, el año marcado como fin del mandato británico sobre estas tierras era 1948, y fue entonces cuando se proclamó el Estado de Israel. Un día después de la Declaración de Independencia, los cincos países árabes (Egipto, Líbano, Siria, Irak y Transjordania) que circundaban Israel le declararon la guerra.
Según informes de la ONU, cuando terminó la guerra algo más de 700.000 personas de origen árabe se vieron privadas de sus hogares, que habían quedado bajo el control israelí. Los judíos que quedaron en la zona árabe, por su parte, también fueron expulsados. Siria fue el último país de los enfrentados en firmar el Acuerdo de Paz con Israel, en 1949, momento en que se puso fin a la guerra.
Mientras todos estos acontecimientos tenían lugar, en la Unión Soviética también había comenzado a perseguirse a los judíos, generalmente considerados traidores o espías. Por este motivo muchos de ellos intentaron escapar de forma clandestina, pues eran muy pocos los que conseguían un permiso para emigrar legalmente. Los judíos a los que se rechazaba el visado eran conocidos como refuseniks y normalmente perdían el trabajo y sus bienes por el simple hecho de solicitar el permiso. En los últimos años de la URSS consiguieron el derecho a emigrar y cientos de miles de ellos se desplazaron a Israel y a Estados Unidos.
Casi una década más tarde, se desencadenó un nuevo conflicto: La guerra del Sinaí. Esta guerra tuvo lugar a consecuencia de la nacionalización del canal de Suez por parte de Egipto, que pretendía financiar la construcción de una presa junto al Nilo gracias a esta decisión. Francia y Reino Unido, indignados ante la posible nacionalización de un canal de cuyo petróleo eran los máximos beneficiarios, se aliaron con Israel y desmantelaron el ejército egipcio, lo que permitió a Israel conquistar la península del Sinaí en solo una semana.
La ONU decretó un alto el fuego para poner fin a la guerra y Egipto se vio obligado a aceptar que los cascos azules se interpusieran en la frontera que separaba Egipto e Israel con el fin de mantener la región desmilitarizada. Con esta medida, el pueblo hebreo consiguió nueve años de paz, aunque al mismo tiempo aceptó retirarse de la península del Sinaí y la Franja de Gaza, lo que supuso volver a la división territorial previa a la guerra.
En 1967, las Naciones Unidas anunciaron su retirada de la frontera, al mismo tiempo que Egipto, Siria y Jordania movilizaban sus tropas y Kuwait e Irak junto con otros países árabes concentraban sus unidades. Dada la situación, Israel decidió anticiparse a lo que consideró una ofensiva inminente y atacó a Egipto. Jordania respondió con la invasión de dos ciudades israelíes, entre ellas Jerusalén. Al finalizar la guerra, Israel había conquistado de nuevo la península del Sinaí y la Franja de Gaza, así como Cisjordania, Jerusalén este y los Altos del Golán (este último territorio en Siria).
Territorios antes y después de la guerra de 1967 |
Las Naciones Unidas ordenaron de nuevo la retirada de las tropas israelíes de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, zonas reclamadas por los palestinos y aún hoy en día ocupadas por Israel, lo que supone una continua lucha entre ambos pueblos.
No obstante, a pesar de la presencia y control militar por parte de Israel, los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza no han sido anexionados al estado israelí debido a la alta densidad de población árabe, algo que sí sucedió con Jerusalén Este.
División actual del territorio |
Aprovecho el final de esta pequeña síntesis en la que una vez más me he visto obligada a ceñirme a los acontecimientos más relevantes para no alargarme demasiado, para recomendar algunos documentales sobre el conflicto árabe-israelí, así como sobre el pueblo judío, para quien esté interesado en el tema y desee conocer un poco más a fondo la cuestión.
El primero que citaré es Promesas, una película/documental que muestra la situación desde el punto de vista de niños palestinos e israelíes. Desde mi punto de vista, muy recomendable para entender que ninguna persona nace odiando a otra.
Para aquellos que quieran conocer más de cerca la historia de los Altos del Golán, existe un documental emitido por RTVE que podréis ver pinchando aquí.
Muy interesante también el documental del espacio En Portada sobre comunidades judías ultra ortodoxas en el que se muestra el día a día de esta gente. Podéis verlo pinchando aquí.
Para quien prefiera el formato papel, la obra que lleva por título Oh, Jerusalén narra el nacimiento del estado judío y el por qué de muchos de los conflictos en la región. Tengo entendido que la obra se llevó al cine, aunque no puedo hablar sobre la película ya que no la he visto.
Seguramente me he dejado muchas referencias interesantes sobre el tema, pues se trata de un asunto sobe el que se ha escrito mucho y desde muchas perspectivas, por lo que si alguien desea hacer alguna recomendación, estaría encantada de que lo compartiera en los comentarios que pueden dejarse al final del artículo.
Y dicho esto, pasaremos a ver quién nos habla y qué nos puede contar sobre Israel.
Hace unos días, viendo que no tenía a la vista ninguna entrada nueva, empecé a pensar en quién podría contarnos algo sobre su país… y recordé a mi vecino, Adi, con quien creo recordar que no entablé la primera conversación hasta que una plaga de cucarachas invadió el inmueble en el que ambos residimos. Cuando le expliqué el proyecto y le propuse colaborar, accedió encantado, y aquí os dejo con el resultado.
Adi Mahler; Ma'ayan Baruch, Israel
Aunque Adi es natural de Dinamarca, nos habla aquí de Israel, país al que emigró con cinco años y donde vivió desde entonces hasta que, tras terminar sus estudios de Geografía e Historia en Tel Aviv, decidió trasladarse a Barcelona, ciudad en la que reside hace unos cuatro años.
- ¿Qué puedes contarnos de la zona de Israel de la que vienes?
- Aunque nací en Dinamarca, crecí en la región de Galilea, al norte del país, una zona situada a dos kilómetros de la frontera con Líbano. El lugar en el que vivía es un kibutz, que en hebreo significa literalmente «agrupación», y es como denominamos a un tipo de comunidad basada en la agricultura, donde no ganas ni gastas dinero.
Es una zona del país preciosa, cerca se encuentra el río Jordán y hay montañas que en invierno se cubren de nieve. Sin embargo, empezó a resultarme algo pequeño cuando crecí y, con 21 años, me trasladé al centro del país y pasé seis años en Tel Aviv.
Si tuviera que comparar mi kibutz con mi residencia actual, describiría Barcelona como una gran urbe con edificios enormes, bastante similar a Tel Aviv. Esta última no es tan grande como Barcelona, pero se trata de una ciudad con mucho movimiento en todo caso, hay muchos jóvenes, ¡y además tiene playa! Quizás una de las diferencias que destacaría es que Barcelona está mucho más limpia.
- ¿Qué es lo que más añoras de tu tierra?
- Lo que más extraño son mis amigos, aunque también la comida… por ejemplo, disfrutar de un buen hummus. También echo en falta pasear por las calles de Tel Aviv, en las que se respira un encanto especial.
- ¿Y qué es lo que más te gusta de vivir en Barcelona?
- Me gusta la facilidad del día a día: el ritmo de vida es mucho más lento, la gente no trabaja como loca y, en general, la vida es barata. Con un trabajo sencillo puedes vivir cómodamente, viajar, salir…
Por otro lado, me encanta el lado multicultural de Barcelona, es algo que te permite conocer gente de todas partes y tiene un encanto especial.
- ¿Crees que existen grandes diferencias entre España e Israel?
- Creo que la diferencia más importante es, como digo, el ritmo de vida: en Israel todo es muy rápido, muy directo. A veces puede dar la impresión de que nos falta educación, podría decirse que vamos siempre directos al grano.
También considero que, seguramente debido al hecho de tratarse de un país pequeño, el ambiente es más familiar, por decirlo de alguna manera, por lo que el espacio personal es prácticamente nulo. Si vas con un amigo en el autobús, es muy probable que alguien que no conozcas se meta en tu conversación y te dé su opinión. Otro ejemplo: si se pilla a alguien robando, la gente intentará parar al ladrón y adivinar de quién se trata.
Por último, diría que somos muy ruidosos, aunque esto no es precisamente una diferencia con los españoles.
- ¿Te costó adaptarte a la vida aquí?
- Siempre cuesta, en mayor o menor medida, adaptarse a la vida en otro país. Sin embargo, tampoco estamos hablando de Japón; las culturas del Mediterráneo tienen mucho en común y eso me facilitó acostumbrarme a un ritmo más rápido. Por otro lado, considero que siempre seré extranjero, a pesar de que eso en Barcelona no es algo raro, en el sentido de que una gran parte de la población procede de otros países.
- ¿Hay algo que te llame especialmente la atención en nuestra cultura?
- Creo que una de las cosas que más me ha chocado desde que llegué ha sido la siesta. No me refiero al hecho de echarse la siesta como tal, sino al horario que esto conlleva. Siempre que quiero comprar algo a cierta hora me encuentro con todo cerrado, y eso me resulta extraño. También me resultó distinto el hecho de que la gente hable tanto antes de hacer las cosas.
- ¿Qué diferencias podrías comentarnos en lo que respecta al ocio?
- Hay algo que debe tenerse en cuenta cuando se piensa en esto en Israel, y es que el servicio militar es obligatorio, además de tratarse de un periodo bastante largo. Esto hace que muchos jóvenes, cuando ponen fin a esta etapa, decidan empezar a consumir ciertas sustancias para hacer otras cosas y «desconectar». Lo más habitual es el consumo de cannabis.
A parte de esto, la cultura de tomar café está mucho más extendida que en España. Los fines de semana podría decirse que hacemos cosas similares, a la juventud allí también le gusta salir de fiesta y tomar una copa (aunque quizás no tanto como a los españoles).
Entre los jóvenes últimamente está teniendo mucho éxito una nueva actividad que consiste en juntarse en la naturaleza y escuchar música electrónica.
- Háblanos un poco de las fiestas más importantes que se celebran en Israel.
- La fiesta más divertida se llama Purim. Es el carnaval judío, que tiene lugar en esta época, y las calles se llenan de gente disfrazada. Por la noche, la fiesta se alarga y la gente suele beber bastante; de hecho, la Biblia dice que para esta ocasión tienes que ingerir alcohol casi hasta perder el conocimiento.
Otra fiesta importante es Pésaj, la Pascua judía, una fiesta que recuerda la salida del pueblo hebreo de Egipto. Esta celebración suele ser bastante familiar: todos nos reunimos para comer y tiene lugar una ceremonia que puede ser bastante larga. En casas de familias religiosas muchas veces se alarga hasta las dos de la madrugada. La tradición dice que, durante la semana de Pésaj, no debe comerse pan elaborado con levadura, así que comemos un pan especial que se llama matza, que es muy crujiente y bastante soso.
Hay otra celebración que podría parecer pintoresca, el Yom Kippur, el Día de los Lamentos o Día del Perdón. Se trata del día posterior al año nuevo judío, que se celebra al final del verano. La tradición es no comer durante toda la jornada, reflexionar sobre tus malas acciones y después ir al mar y tirar allí todos tus malos actos.
- ¿Qué puedes contarnos sobre los eventos sociales? ¿Qué diferencias mencionarías?
- Las bodas en Israel, por ejemplo, vienen de la tradición judía, y para nuestro pueblo es un evento muy importante. Normalmente se invita a mucha gente y se preparan ingentes cantidades de comida. Los novios tienen que estar bajo un techo de tela, donde se dan los anillos y el hombre rompe un vaso, momento en el que se considera que están casados y empieza la fiesta.
Los amigos y familiares de la pareja sujetan dos sillas en el aire, en las que se sientan los novios, y mientras todos bailan.
En la actualidad, la boda se ha convertido en algo tan complicado que la pareja suele prepararla con unos meses de antelación para organizarlo todo.
- ¿Qué opinas respecto a los prejuicios que existen en torno a Israel?
- En general, creo que hay muchas ideas preconcebidas que se deben a la desinformación. Lo que la gente suele oír sobre Israel son temas relacionados con la guerra. También creo que no es poca la gente que no conoce las diferencias entre ser israelí y ser judío: muchos se extrañan cuando les digo que en Israel viven en torno a un millón de musulmanes.
En mi opinión, creo que el hecho de que en España haya un número tan reducido de judíos es el origen de la ignorancia respecto a todo esto.
Por otro lado, la televisión solo muestra asuntos relacionados con el conflicto que se vive en el país, así que en más de una ocasión, cuando sales a tomar algo por ejemplo, a la gente le gusta ponerse a hablar de la política en relación a estos temas. De todos modos, no lo veo como algo malo.
- ¿Qué le dirías a la gente que posee estos u otros prejuicios sobre el país?
- Que Israel no es un lugar peligroso como pueda parecer: es un país moderno y, si no te adentras en la zona del conflicto, no existe ningún riesgo. De hecho, la seguridad personal es más alta que en Barcelona; por ejemplo, una mujer puede caminar sola en Tel Aviv a las dos de la madrugada sin ningún problema.
- En una ocasión me comentaste que tienes familia en muchos países debido a la historia de tu pueblo. ¿Qué puedes contarnos sobre tus orígenes?
- ¡Esto será complicado! Veamos: yo nací en Dinamarca, ya que mi padre es danés. Mi abuelo paterno era noruego, pero huyó de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y se instaló en Dinamarca. Sus abuelos, a su vez, llegaron a Noruega desde Letonia. Mi abuela paterna también era danesa, pero su familia venía de Polonia.
Mi madre nació en Israel, igual que su padre; los padres de mi abuelo emigraron a Israel cuando escaparon de la Revolución Bolchevique en Azerbaiyán.
Mi abuela materna también es israelí, de madre alemana y padre israelí, este último descendiente de una familia que emigró desde España hace quinientos años.
Por lo que ves, provengo de una familia judía, lo que explica que cada cien años algún pueblo nos haya perseguido y mis antepasados hayan tenido que moverse tanto geográficamente.
- ¿Podrías hablarnos de tu punto de vista en relación al conflicto que vive Israel en la actualidad? ¿Crees que es posible alcanzar la paz en la región? ¿Qué solución plantearías?
- Se trata de un tema muy, muy complicado, difícil de explicar en un espacio reducido.
A grandes rasgos, la base del conflicto es, a mi entender, que por un lado Israel es un país colonialista y, por el otro, los palestinos no han querido reconocer durante mucho tiempo el derecho de Israel a existir. Hay que tener en cuenta que es complicado negociar con alguien que no reconoce tu existencia.
Además, los palestinos reclaman el derecho de los refugiados de volver a sus hogares en Israel, algo que resulta imposible: imagina qué pasaría si España otorgara el derecho a todas aquellas personas de ascendencia española a volver al país.
Considero que ambos lados son bastante extremos: Israel está gobernado por una derecha que apoya a quienes colonizan; Palestina, por su parte, está liderado por Hamas, extremistas religiosos.
Por último, un factor que en España es difícil entender es el aspecto cultural. En el Medio Oriente lo más respetable es la fuerza que poseas: uno gana su respeto mostrando que es más fuerte que el contrario, y a mi modo de ver esta ideología se encuentra en la base de que aún existan tantos conflictos en la región.
En cuanto a una solución, no creo que haya ninguna de momento. Mi solución sería que el Estado palestino tuviera las fronteras del 67, pero ni la derecha israelí ni los palestinos estarán de acuerdo conmigo.
- ¿Existen rivalidades entre practicantes de distintas religiones que se hagan visibles en el día a día?
- No puede afirmarse que, tras tantos años de guerras, no existan odios. Es natural que estén presentes. Sin embargo, Israel tiene una población de un millón y medio de habitantes y existen muchas ciudades donde viven judíos y musulmanes juntos. A veces no se da una relación ideal entre ellos, pero conviven en un mismo territorio. Los árabes israelíes (palestinos con residencia israelí) son parte de nuestra cultura, dueños de restaurantes, dirigentes de partidos políticos, o personajes públicos que aparecen en televisión.
También es importante señalar que en Israel hay árabes cristianos, árabes musulmanes, beduinos (árabes nómadas) y drusos (practicantes del islam), todos ellos con culturas que difieren entre ellas.
Creo que, más que odio, existe desconfianza entre distintas religiones. Quizás el odio sea más bien entre Israel y Palestina, por lo que considero que, más que religioso, el motivo es histórico, ya que también existen muchos palestinos que son cristianos y no musulmanes.
- Hace algún tiempo, vi un documental que trataba el tema de las comunidades de judíos ultra ortodoxos en Israel (link aquí) ¿Qué podrías contarnos sobre esto?
- Se trata de una comunidad que, incluso para mí, es más bien extraña. Residen sobre todo en Jerusalén y Safed. Su estilo de vida es el mismo que el que se llevaba en el siglo XIX, la vida se resume en la oración y al estudio de las Escrituras.
La mayoría de ellos no reconocen el estado de Israel, ya que en su opinión este estado solo puede crearse cuando llegue el mesías; sin embargo, tienen poder electoral, porque aunque no crean en la democracia, les interesa utilizarla.
Por otro lado, sacan dinero del estado, pero no hacen el servicio militar. Para no hacerlo alegan que están rezando por nosotros. Es un tema bastante complicado en Israel; de hecho, el segundo partido más grande del país ganó recientemente muchos votos debido a su política en contra de estas comunidades.
- ¿Cómo ves la relación entre política y religión en Israel?
- Es una cuestión problemática. Israel es el único país judío, aunque fue fundado con ideas socialistas y sus fundadores no eran religiosos.
Me gusta mucho la herencia cultural del judaísmo, pero creo que promulgar leyes sin separarlas del contexto religioso no resulta beneficioso. Es una especie de lucha interior en el país, hay mentalidades que abogan por un país más laico y otras por un estado religioso.
- ¿Qué lenguas habla habitualmente la población? ¿Estudiáis otros idiomas a parte del hebreo?
- En Israel hay dos idiomas oficiales: el hebreo y el árabe. La televisión, por ejemplo, suele estar subtitulada en ambas lenguas, aunque los medios de comunicación son casi siempre en hebreo.
La gran mayoría de árabes israelíes habla hebreo, y la población judía suele hablar algo de árabe, aunque no a un buen nivel. Yo, por ejemplo, nunca tuve que aprender árabe en la escuela.
El segundo idioma del país es el inglés, y todo el mundo lo habla bastante bien. En la escuela también puedes elegir árabe o francés.
Como curiosidad, existen bastantes israelíes que hablan español básico, ya que muchos aprovechan para visitar América Latina tras el servicio militar y, además, las telenovelas gozan de gran popularidad en el país, algo que también contribuye a la expansión del idioma.
- ¿Qué puedes contarnos sobre la música tradicional de tu país?
- Israel es un país joven, así que la música tradicional es la judía o árabe.
La música judía está dividida en distintos tipos. El Klezmer es la música tradicional de los judíos del este de Europa; se parece a la música balcánica y suele ser muy triste o muy alegre.
Los judíos de oriente están más influenciados por los árabes en el tema musical. Este tipo de música es muy variado, porque los judíos estuvieron asentados en Marruecos, Egipto, Irak, Irán, Afganistán… así que cada país aportó un estilo algo diferente.
La música tradicional árabe es parecida a la música libanesa y jordana, y es muy típico un instrumento de percusión que se llama derbake.
- Por último, ¿qué recomendaciones nos darías si fuéramos a visitar Israel?
- Te diría un montón de sitios. Recomendaría visitar Tel Aviv, Jerusalén, la ciudad costera de Acre, Nazaret, la localidad de Cesarea, que conserva ruinas romanas, bizantinas y de las cruzadas…
También recomendaría ver un amanecer en Masada (un conjunto de fortificaciones que se sitúan sobre una montaña aislada), recorrer la región de Galilea, y visitar la ciudad de Eilat, aunque esta última cuando la situación con Egipto sea más estable, que es la parte más bonita del mar rojo.
Por supuesto, una visita al mar Muerto. Para los amantes de la historia, ¡podría extenderme mucho más!
- Seguro que me he dejado muchas cosas; si hay algo que te gustaría añadir, aquí puedes hacerlo:
- Creo que lo mejor para entender Israel es visitarlo. Hay muchos aspectos que las palabras no son capaces de describir. Así que, ya sabes, son solo cuatro horas de vuelo.
- Toda!
- Bevakasha!
Como siempre, para poner fin al artículo, os dejo con algo de música, aunque esta vez con dos temas. Para empezar, si hacéis clic aquí, podréis escuchar Sandrine, la canción del grupo con el que Adi tocaba en Israel (Zvoov in Groove) y que cosechó un gran éxito en el país.
En cuanto a la música tradicional, os dejo con un directo de música Klezmer que, personalmente, recomiendo ver, ya que la puesta en escena es curiosa. Quizás el vídeo entero se haga un poco largo, pero merece la pena escuchar, al menos, una parte. Podéis acceder al vídeo haciendo clic aquí.